Pronunciamiento del Obispo Walker Nickless sobre el racismo y la violencia

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Traducción
LA PRENSA

Me uno a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, a mis hermanos obispos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para condenar una vez más el mal persistente del racismo. La reciente injusta e innecesaria muerte de George Floyd, es simplemente un ejemplo más, pidiendo justicia a Dios.

El prejuicio basado en la raza asalta la dignidad dada por Dios a las personas. También corroe la capacidad de imitar a Dios de amar libremente en los corazones de aquellos en quienes acecha. Hago eco de las palabras del Papa Francisco al decir: “No podemos tolerar ni hacernos de la vista gorda ante el racismo y la exclusión de ninguna forma, y al mismo tiempo, pretender defender lo sagrado de la vida humana. Al mismo tiempo, debemos reconocer que la violencia de las últimas noches es autodestructiva. La violencia no gana nada y se pierde mucho.”

Tanto la justicia mundana como la salvación de las almas nos exigen, no solo denunciar este pecado (y todos), sino también examinar regularmente nuestra propia conciencia, arrepentirnos de nuestras propias faltas y por la gracia de Dios, enseñar y modelar la virtud y justicia.

Millones de hombres y mujeres de buena voluntad, de todas las razas y credos se esfuerzan por vivir juntos todos los días, sin racismo ni violencia, no solo en momentos de publicidad magnificada, como las numerosas protestas loables y pacíficas contra el racismo en todo el país en los últimos días, pero también, y más importante, en los asuntos ordinarios de la vida. Que Dios nos dé toda la gracia para crecer en la bondad, libertad y caridad.

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Pronouncement from Bishop Walker Nickless about him racism and violence

Translation
LA PRENSA

I join our Holy Father, Pope Francis, my brother bishops, and all men and women of good will, once again condemning the persistent evil of racism. The recent unjust and unnecessary death of George Floyd is just one more example, asking God for justice.

Race-based prejudice assaults the dignity given by God to people. It also corrodes the ability to imitate God to love freely in the hearts of those whom he haunts. I echo the words of Pope Francis when saying: “We cannot tolerate or turn a blind eye to racism and exclusion in any way, and at the same time, try to defend the sacredness of human life. At the same time, we must recognize that the violence of the last few nights is self-destructive. Violence gains nothing and much is lost. ”

Both worldly justice and the salvation of souls require us, not only to denounce this sin (and all), but also to regularly examine our own conscience, repent of our own faults and by the grace of God, teach and model virtue and justice. .

Millions of men and women of good will, of all races and creeds, strive to live together every day, without racism or violence, not just in moments of magnified publicity, such as the many laudable and peaceful protests against racism across the world. country in the last days, but also, and more importantly, in the ordinary affairs of life. May God give us all the grace to grow in goodness, freedom and charity.