Anulación del matrimonio eclesiástico
/Padre David Esquiliano
Diócesi de Sioux City
La mayor parte del trabajo que hacemos en el tribunal eclesiástico está relacionada con las declaraciones de nulidad, comúnmente conocidas como anulaciones. Sin embargo, ese es un tema el cual no he cubierto lo suficiente en mi columna. Ya es hora de que cambiemos eso.
Empecemos por lo básico. La mayoría de las personas piensan que una anulación es una especie de divorcio católico. Eso es incorrecto, porque el divorcio es incompatible con nuestra forma de comprensión del matrimonio.
Cuando los fariseos le preguntaron a nuestro Señor si era lícito que un hombre se divorciara de su esposa, él dijo: “Lo que Dios unió, ningún ser humano lo separe”. (Marcos 10:9) Quizás la confusión comienza con la terminología que usamos.
Cuando hablamos de una anulación, se está refiriendo a que se está anulando un matrimonio. Pero el término correcto es declaración de nulidad, lo que significa que no anulamos nada, sino que sólo declaramos que un matrimonio es y ha sido nulo desde el inicio.
Una buena forma de entender esa sutil diferencia puede ser a través de una comparación. Digamos que alguien se casa. Después de 10 años deciden que el matrimonio no funciona, por lo que se divorcian. Lo que dice la sentencia de divorcio es que el matrimonio que comenzó 10 años antes, ha llegado a su fin.
Lo que hacemos en el tribunal eclesiástico es una investigación a través del testimonio de testigos y otras pruebas presentadas para ver si faltaba un elemento esencial del matrimonio en el momento de la boda que hubiera hecho que el matrimonio fuera inválido de acuerdo a la ley de la iglesia.
Si el juez llega a la conclusión de que faltaba al menos uno de esos elementos, entonces el juez declara que el matrimonio fue inválido desde el inicio. Fíjate en la diferencia, un divorcio pone fin a un matrimonio válido, mientras que la declaración de nulidad dice que nunca hubo un matrimonio válido.
Ahora, eso no significa que no hubo nada, de hecho, la iglesia presume que todo matrimonio es válido hasta que se demuestre lo contrario. Incluso, en el matrimonio puede haber hijos, que fueron fruto de una relación que pudo haber sido hermosa inicialmente, pero legalmente hablando, no era un matrimonio válido.
Entonces, ¿cuáles son esos elementos que deben estar presentes para que un matrimonio sea válido? Para empezar, las partes deben estar libres para casarse. Por ejemplo, un sacerdote no es libre por su promesa de celibato. En segundo lugar, deben poder dar su consentimiento, por lo que los sacerdotes insistimos en que las partes no tomen alcohol antes de la boda, porque eso podría afectar la capacidad mental de alguien para dar su consentimiento.
En tercer lugar, necesitan intercambiar libremente su consentimiento, es decir, sin coerción alguna. Cuarto, al expresar su consentimiento, deben tener la intención de casarse de por vida, ser fieles el uno al otro, y estar abiertos a tener y criar hijos. Quinto, deben de procurar el bien común de ambos.
Sexto, las partes deben intercambiar el consentimiento en presencia de dos testigos y un ministro de la iglesia debidamente autorizado u obtener la aprobación de la iglesia para casarse en otro lugar.
Ahora bien, si estás en un matrimonio feliz y tienes miedo de que te haya faltado alguno de estos elementos esenciales, no te preocupes. Recuerda que la iglesia presume que tu matrimonio es válido, y sólo es nulo cuando la iglesia así lo ha declarado.
Esta primavera, el tribunal ofrecerá talleres en toda la diócesis para ayudar a las personas interesadas en pasar por el proceso de nulidad. Vemos esto como un ministerio de sanación, en el que ponemos fin a una experiencia difícil, y a menudo dolorosa.
Translation
Annulment of ecclesiastical marriage
Father David Esquiliano
Diocese of Sioux City
Most of the work we do in the ecclesiastical court is related to declarations of nullity, commonly known as annulments. However, that is a topic that I have not covered enough in my column. It is time we change that.
Let's start with the basics. Most people think of an annulment as some kind of Catholic divorce. That is wrong, because divorce is incompatible with our way of understanding marriage.
When the Pharisees asked our Lord if it was lawful for a man to divorce his wife, he said: "What God has joined together, let no man separate." (Mark 10:9) Perhaps the confusion begins with the terminology we use.
When we talk about an annulment, it is referring to the fact that a marriage is being annulled. But the correct term is declaration of nullity, which means that we do not annul anything, but only declare that a marriage is and has been null from the beginning.
A good way to understand that subtle difference can be through a comparison. Let's say someone gets married. After 10 years they decide that the marriage is not working, so they get divorced. What the divorce decree says is that the marriage that began 10 years earlier has come to an end.
What we do in the ecclesiastical court is an investigation through the testimony of witnesses and other evidence presented to see if an essential element of the marriage was missing at the time of the wedding that would have made the marriage invalid according to the law of the church.
If the judge concludes that at least one of those elements was missing, then the judge declares that the marriage was invalid from the start. Notice the difference, a divorce ends a valid marriage, while a declaration of nullity says that there never was a valid marriage.
Now, that doesn't mean there was nothing, in fact, the church presumes that every marriage is valid until proven otherwise. Even in the marriage there may be children, who were the fruit of a relationship that could have been initially beautiful, but legally speaking, it was not a valid marriage.
So, what are those elements that must be present for a marriage to be valid? To begin with, the parties must be free to marry. For example, a priest is not free because of his promise of celibacy. Second, they must be able to consent, so we priests insist that parties not drink alcohol before the wedding, because that could affect someone's mental ability to consent.
Third, they need to freely exchange their consent, that is, without any coercion. Fourth, when expressing their consent, they must intend to be married for life, be faithful to each other, and be open to having and raising children. Fifth, they must seek the common good of both.
Sixth, the parties must either exchange consent in the presence of two witnesses and a duly authorized church minister or obtain church approval to marry elsewhere.
Now, if you're in a happy marriage and you're afraid you may have been missing any of these essentials, don't worry. Remember that the church presumes that your marriage is valid, and it is only void when the church has so declared.
This spring, the court will offer workshops throughout the diocese to help people interested in going through the annulment process. We see this as a healing ministry, where we put an end to a difficult and often painful experience.